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Pensamientos a propósito del cambio de año



Siempre que se acerca el fin de año tengo tendencia a mirar hacia atrás. Y hacia delante. Y también me gusta recrearme en el momento sublime del paso de año, es decir, me gusta el presente.
Por eso en estas fechas soy muy proclive a poner encima de la mesa los tres estadios del tiempo: el pasado, el presente y el futuro.
Yo me paso mucho tiempo echando la vista hacia etapas de mi vida pasadas. Pero lo hago sin nostalgia. Pretendo soñar aquellos tiempos pretéritos en el mejor sentido de la palabra soñar. No es bueno anclarse en el pasado y decir aquello que cualquier tiempo pasado fue mejor. Porque esto no es así. Lo que sí es cierto es que cualquier tiempo pasado, fue anterior. Y ya está. Y desde ahí se puede recordar. Es bonito recordar y transformar en material somnoliento estas vivencias. A mí, por lo menos, me gusta.
También soy partidario de aferrarme a los hechos cotidianos, a los aconteceres actuales. Y vivirlos como si fuera lo último que voy a vivir. Cada momento tiene su magia, y el presente te ofrece la posibilidad única de hacer uso de este devenir, de este vertiginoso presente que no tiene vuelta atrás.
Y por último, amo el futuro. Me ilusiona y me apasiona mirar a lo lejos del tiempo y verme allí. Y me gusta crear espacios y circunstancias que conviven conmigo. Unas son buenas y agradables, y otras, no tanto, pero me veo vivo y feliz junto a los míos, y esto me lleva a un estado de fortaleza mental difícil de explicar.

Y vosotros, ¿en dónde os quedáis, en el pasado, en el presente, en el futuro… o en los tres…?

Lucecitas navideñas



Las bombillitas de color verde y rojo y azul del árbol de navidad palpitaban silenciosamente dibujando breves pinceladas luminosas en el pequeño salón-comedor. El árbol navideño lo había traído mi padre del cercano pinar (eran otros tiempos…). Y con feliz ilusión lo habíamos adornado mi padre y yo cuando mi madre estaba en la cocina preparando la cena.  Ahora, mientras yo miraba el algodonoso muñeco de nieve que pendía de una pequeña rama del árbol tocado de un negro sombrero y armado con una  graciosa escoba, mi padre me dice que si le quiero acompañar al muelle. Yo enseguida le digo que sí. Mi madre se apresura a decirme que me abrigue, que hace mucho frío y que vaya con mucho cuidado, que es de noche.
Cuando llegamos al puerto, la soledad silenciosa del muelle nos atrapó de lleno.
La “Dolores”, este era el nombre de nuestra barca, nos estaba esperando como un perrito fiel amarrada al muelle con su proa al aire.
Mi padre me dijo que me quedara quieto apoyadito a la pared de la lonja y que no me moviera, que él tardaba un minuto.
Lo vi subir con solvencia y resolución a la “Dolores” y desapareció en la oscuridad.
Yo me quedé solo frente a las barcas, que cabeceaban lentamente en el muelle.
Primero fue el rumor acuoso y pesado de las olas del interior del puerto que acariciaban las orondas panzas de las barcas y la dura pared de la riba. Parecía la respiración de un gran animal.
Después fueron las luces. Millones de lucecitas siderales que moteaban el firmamento negro y misterioso. Parecían miríadas de ojos que latían en la lejanía, pero que me miraban con alegría. Y luego estaban las filamentosas luces que dibujaban sobre el mar temblantes hilos verdes o amarillos o rojos.
Yo me sentía solo, solo y dichoso. Y casi sin querer quise ver algo mágico en aquellas luces y aquel sordo ruido. Y fui feliz al pensarlo. Y en tanto esto pensaba, de entre la oscuridad apareció la figura de mi padre, que con agilidad felina saltó a tierra y se dirigió a mí.
-¿Verdad que no he tardado nada?
-¿Hacemos una carrera hasta casa…?
-¡Vale!

Reunión del Departamento de Lengua Castellana



Estoy corrigiendo exámenes en la sala de profesores. En la mesa de al lado están sentadas las profesoras del Departamento de Lengua Castellana. Bueno, he dicho “sentadas” y no “sentados” porque son cinco profesoras y un profesor. Hay, pues, abrumadora presencia femenina, por lo que no creo que se me ofenda Jorge (el único componente del género masculino del Departamento) si utilizo el femenino.
Mis alumnos no estudian, mecachis en la mar.  A este le tendré que suspender… Es que prácticamente no ha acertado ni una…
Sin querer oigo los comentarios de mis compañeras y compañero. Es una conversación amena y distendida. Yo sigo a lo mío. Ahora hay alguien que me da una alegría. ¡Ha contestado todas las preguntas correctamente! ¡¡Un diez!!
Irene, la jefa del Departamento, está intentando redactar las conclusiones de lo que se está debatiendo con total desenfado. Entre risas, la prosa surge enrevesada y poco eficaz. Así no. Hay que cambiar el matiz, observa Jacinta. A lo mejor, añade María, si quitamos este vocablo que suena tan académico por otro… pero lo que importa es que se entienda bien, apunta Gemma. Hay risas de complicidad y, casi, de desidia. Juliana tiene que irse. Una de las conserjes le avisa de que la madre de un alumno le espera para entrevistarse con ella. Se va. La reunión continúa. En realidad, lo que se está tratando  es un tema banal y rutinario. La bonhomía y hasta una pizca de guasa presiden el ambiente. El borrador del documento lo tienen casi listo. La jefa del Departamento lo lee. Jorge, muy agudo, apunta que como buenos europeos del sur que somos, estamos consiguiendo decir muy poco con muchas palabras. Hay que ser más precisos. La norma tiene que quedar clara. Pero no se aclaran. Se ríen. Yo, sin levantar la cabeza de mis exámenes, todo serio, sigo corrigiendo. Y pienso que mis compañeras y compañero se lo están pasando bien. Y yo creo que esto en mi departamento, el de Ciencias Sociales, no sería posible. A estas alturas ya habría habido alguna palabra más alta que otra. Pero aquí la reunión discurre fluida y sin problemas. Me dan un poco de envidia. Ojalá en mi departamento se pudiera expresar libremente la opinión de cada uno con este desenfado y esta espontaneidad, pero no. Allí hay que medir las palabras. La seriedad preside las reuniones. Y esto a mí no me gusta. Odio las conductas oficiales y encorsetadas. Y me encanta la libre expresión del corazón en forma de miradas, gestos y palabras. Como en este Departamento. Calla, que parece que ya han logrado, por fin, acertar con el texto adecuado y definitivo. Lo lee la jefa. Y todos aplauden. ¡Bien! Ha quedado de maravilla…

I concurso de microrrelatos ACEN


           Momento en que Tomás Hevia, el ganador del Concurso de Microrrelatos, leía su microrrelato.

Este sábado ha tenido lugar en la librería de Castellón “Argot” la presentación del libro de microrrelatos “Bocados Sabrosos”. Este libro ha sido el producto de un concurso de relatos que desde ACEN (asociación cultural de escritores noveles) se lanzó este verano pasado. Mi hija (Marta Senent), que es la directora de ACEN, junto a Amelia (poeta) y Laura (la presidenta de la Fundación Borja Sánchez) presentaron el acto.
Se recibieron más de mil microrrelatos de todo el mundo de habla hispana. Y se seleccionaron 300, que son los que conforman el cuerpo del libro “Bocados Sabrosos”. Marta dijo que los beneficios de la venta de dicho libro irán destinados a la Fundación Borja Sánchez, que se dedica a ayudar a los niños de cero a ocho años con parálisis cerebral. Por eso, en el acto de la presentación acudieron varios niños afectados con este síndrome.
Después de las palabras de rigor de las presentadoras se procedió a la lectura por parte de sus autores de algunos de los microrrelatos seleccionados. Cada autor leyó su relato acompañado de un niño. Y al final se procedió a la entrega del diploma y el lote de libros al ganador, que resulto ser Tomás Hevia, que vive en Madrid, y vino ex profeso desde la capital de España a Castellón a recoger su premio.
A continuación voy a poner algunos de los microrrelatos que se pueden encontrar en este libro:

INTENCIONES BREVES  por Laia Terrón

Dormía sin dormir, soñando con intenciones.


MALA SOMBRA por Mª Cristina Menéndez

Lo confieso, aquel día le pegué a mi sombra… jamás soporté que se creyera más grande que yo.

SUEÑOS por Rodrigo Carretero

Los sueños acaban despertándose uno.

IRREMEDIABLE por Rafael Blanco

Traicionó nuestra amistad y jamás me lo perdonó

CON SENTIDO por Javier Ramos

Después de todos esos intensos años, un día, por fin, empezamos a desconocernos. Desde entonces nos amamos con desmesurada pasión.

CUESTIÓN DE PIERNAS por Arantxa Esteban

Aquel día se levantó con una sensación agridulce. Había conseguido lo que más deseaba, ganar la carrera. Había sido gracias a que había cambiado sus piernas de carne y hueso por unas prótesis de carbono de última generación. Y ahora, su vecino poseía sus propias piernas… y le dolían a él.


Y el vencedor del concurso:

IN MEMORIAM por Tomás Hevia

Me enseñaste a nadar a la orilla del Tajo. Y a saber distinguir entre la seta sabrosa y la venenosa. Aprendí de ti qué es la dedicación, la paciencia, el trabajo. Supe contigo lo que significa ser un hombre. Mis mejores memorias son contigo, aunque tú ya no puedas ni recordar mi nombre.


Aquí me tenéis leyendo un microrrelato acompañado de uno de los niños que asistieron a la presentación

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